sábado, 24 de mayo de 2014

Un sábado 5 de abril.

Luego del un jueves frustrado y con la promesa de unas dichosas latas contra los caprichos de la tierra me encontraba yo sentado en una banca de un parque bastante concurrido. Era un día soleado y ventoso y recuerdo bien que estaba sentado en una banca de madera.
Levanté la mirada y allí llegaba ella, siempre tan adorable, con ese vestido de color que jamás sabré distinguir, con unos zapatos color piel, y una maleta en donde tenía cosas de chicas. Ella logró divisarme y luego, al llegar, la invité a sentarse. 
Esa ocasión el plan era simple: yo no tenía plan. Ella debía tener un plan para esa tarde pero no llevó ninguno. Luego de cinco minutos desistí de mi plan e intenté hacer uno. Recuerdo que la invité a caminar sin rumbo, a caminar por ahí. 
Buscamos algo por comer pero al final no comimos nada, nos acercamos al lago a pasar los momentos, fuimos víctimas de los silencios mientras yo observaba su forma de estar ahí, con los pies tan juntos, los pies más juntos que jamás vi. La mirada tan fija a aquellos seres que nos acompañaban y así llegaron preguntas sin sentido. 
Fuimos a caminar, vimos un tren, un tipo nos dijo que salgáramos de un lugar en donde, sin querer y yo hechizado, habíamos llegado. Nos dirigimos a un muro de piedra, nos sentamos y hablamos, cada uno, sobre sí mismo. Quise saber más de ella mientras intentaba no preguntar cosas que no me incumbieran, pasamos un largo rato hablando sobre nosotros y luego ella me obligó a caminar y me dijo que si no lo hacía revelaría obscuros secretos de mi pasado y me hundiría en la desdicha (bueno, creo que no fue así, no recuerdo bien esta parte) y, sin un plan, decidimos caminar más.
Quizás ese lugar no fue el más indicado, quizás no había mucho ahí para nosotros, y por eso decidimos algo diferente para la próxima vez, algo que consumiera el tiempo y nos distrajera.
Decidimos salir de aquel lugar y caminar por una avenida hasta que llegamos a un restaurante de comida rápida. Entramos e hicimos el pedido, el cajero rió, recuerdo que nos sentamos en una mesa redonda con asientos extraños, odié esos asientos, no eran nada cómodos. Ahí surgieron planes, planes que incluían idiomas extranjeros y esas cosas. Ella me dijo sobre lo que planeaba hacer, yo me sorprendí y le dije algunas cosas que no recuerdo bien. Le dije que era admirable lo que se proponía. La conversación continuó vivaraz y luego de un buen rato partimos de aquel lugar. 
También recuerdo que ella no sabía bien cómo regresar a casa, yo recuerdo que le dije que eso estaba mal, que uno siempre debe tener un plan. Debo admitir que yo planeo todo, que tengo una pequeña obsesión con planear cosas, nunca salen como las planeo y cuando salen como yo quiero es un momento digno de celebración. Nada mejor que las cosas vayan según tus planes.
Los taxis son malos, así que al final la convencí de tomar el transporte público y luego de mucho tiempo ella se fue no sin antes dejarme un beso en la mejilla que me duró los siguientes días, que me duró hasta la siguiente oportunidad. 




3 comentarios:

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  2. La obsesión por planear es tanto una virtud como un defecto. Me gusto, like :)

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    1. Yo lo veo como un defecto, uno que me gusta tener. Gracias por leer. :)

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