Esa mezcla de sensaciones, de sentimientos; esa sensación de montaña rusa hace que uno no pueda alejarse de alguien, eso es lo interesante. Uno no es lo que cree que es ni tampoco está moldeado según lo que uno cree. Uno está moldeado por esa persona que quiere, y esa persona, sin todas esa cosas, buenas o malas que la caracterizan, a uno no lo haría feliz. El sujeto se acostumbra, la quiere, la extraña, la odia, la manda al diablo pero al final de todo, el balance general es positivo, la suma de lo bueno y lo malo siempre da positivo, las matemáticas suenan divertidas si se trata de esa persona. Uno no necesita a alguien que cambie por uno, a alguien que oculte lo que es, no tendría sentido, no sería justo, no sería humano, lo mejor está en lo que viene, en lo que no esperamos, en el sabor que nacerá a partir de una interacción inesperada, una respuesta que súbitamente nos sorprenda, una respuesta que renueve esas ganas de saber qué es lo que sigue, porque sin eso ya se sabe qué sigue, las cosas se hacen rutina. Si sé que pasará mañana, a la larga, me aburriré, será un camino interminable y la rutina cansa, aburre, entumece.
Las personas deben ser como son, sin miramientos ni disimulos. Me enamoro de lo que veo, no de lo que puedas fingir porque nadie finge para siempre, nadie miente para siempre, una mentira crece, una mentira crece y se hace insostenible, una mentira toma formas extrañas, formas que pocas personas logran mantener; por eso, ven aquí como eres, con verdad, con las cosas como son, no como quieres que sean, porque cuando uno se enamora todo es lindo, todo es perfecto, los defectos son las cerezas, y las cerezas son los defectos, lo que nos diferencia y hace especial, nuestro caballito de batalla en la guerra del amor. Los defectos son la galleta en la base del beso de moza, los defecto son así y así los prefiero. Quiero todo. El paquete completo, con los defecto, los caprichos y las complicaciones. Eso es lo que hace más interesante una relación.
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