jueves, 19 de diciembre de 2013

Navidad.

La navidad, las luces, los villancicos en redes de luces multicolores que antes amaba ya no se sienten como antes. Ya crecí, ya no me llena de ilusión y tranquilidad, ya no siento ese aire especial al lado de mi ventana, aún así, es especial, en mi casa no hay árbol ni nacimiento, acá todos parecen ateos, todos están amargados - yo no, por supuesto, que a mí no me jodan - a pesar de que yo soy en único. Ya no importa la noche del 24 ni sus consecuencias. Ya no importa correr a comprar un pavo o un lechón para la noche buena, tampoco su respectivo aderezo ni horneado. Ya no importa buscar la caja blanca de el mismo árbol navideño de toda mi vida, es el mismo árbol, es el mismo que armaba junto con mi hermano y mi madre en ausencia de mi padre cuando mi hermano y yo éramos unos niños, cuando mi hermano y yo aún parecíamos parientes, cuando aún jugabamos en la sala o veíamos televisión. Ya no importan las bolitas navideñas de colores que se caían de las ramas artificiales del arbolito. Ya no importan los clásicos adornos de Coca-Cola, esos que venían en forma de Papa Noel o de oso polar disfrutando de una Coca-Cola en el polo norte - ¡qué incoherencia! un oso tomando una bebida helada como tal - . Ya no importa colgar la red de luces multicolores en la ventana, poniendo clavitos provisionales en la parte superior de toda la ventana. Ya no importa la corona verde de la puerta, y si importa, es un logro que nadie se la lleve. Ya no importa buscar la caja del nacimiento, ni desembolver y desempolvar las figuritas en yeso que yacían entre periódicos de hace un año y que ahora, una vez más, acompañarían a Jesús en su establo miniatura de madera. Ya no importa pegar los papeles verdes con manchas de pinturas de todo color con cinta adhesiva en un lugar especial de la casa para que simulen las estribaciones alrededor del humilde establo. Ya no importa comprar panetón para los días venideros, si nadie te regala un panetón, nadie se digna a comprar uno. Ya no importan las letras de Los Toribianitos, esas clásicas letras en esas voces chillonas que nos acompañaban a todos lados. Ya no importa la navidad, ya nadie aquí se acuerda de ella, yo sí, pero con nostalgia, la recuerdo porque en la navidad es en donde más recuerdo mi infancia, no sé por qué la recuerdo, fue malísima, pero quizás sea porque ahora todo es tan recto y aburrido, todo es tan formal, todo es tan acelerado y preocupado, todo es tan dinero y tiempo que ya nadie camina, sino todos vuelan.

Todos esperan la Navidad, todos la recuerdan pero aquí solo es una fecha de descanso, una pausa, todos hacen una pausa, todos se detienen para celebrar - casi por obligación - que llegaron a la navidad. La vida no se mide en años, la vida no se mide en días, la vida se mide en navidades, se mide en las navidades que verás, en las que estás por ver y en las que ya no llegarás a ver. La vida se mide en la veces que reíste de ilusión y luego las veces que viste tu risa en la cara de otro niño una vez que ya creciste y para ti la navidad ya no es tan mágica y especial como era antes. La vida se mide en las veces que recibiste calendarios y los guardaste enrrollados para el siguiente año. La vida se mide en las veces que llegó la navidad y recordaste las buenas épocas que viviste en las anteriores navidades. La vida se mide en las noches que resististe con determinación hasta las 12 o las que quedaste dormido y nadie te avisó; siendo un niño, y luego en las noches que llegaste sin dificultad a las 12 porque ya estabas bien adoctrinado en eso. La vida se mide en las veces que fuiste al mercado con tu padre o tío a comprar cohetes para las 12 a pesar de que tu madre lo prohibió. La vida se mide en las veces que tu abuela te regaló medias, o chompas hechas por ella misma. La vida se mide en las veces que te asustaste, luego admiraste y luego fuiste indiferente a las explosiones pirotécnicas según pasaban los años. La vida se mide en las veces que perdiste la cabeza con tus amistades en vez de estar al lado de la familia - la navidad no es para embriagarte con extraños, es para embriagarte de felicidad con tus familiares - . Y lo más importante, la vida se mide en todas esas navidades, todas esas personas que estuvieron y en todas esas noches, que pasaron, que se fueron, y que ya no volverán nunca más.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario