lunes, 30 de diciembre de 2013

El gusto de soñar.

No sabía lo que pasaba, no sabía por qué es que estaba bajando esos escalones agarrado de la mano de aquella chica. La chica no era el problema, el problema era otro.
No recordaba cómo había llegado hasta ese lugar lleno de gente extraña que los miraban con alegría, que los aplaudían, que los admiraban. Se sentía confundido, pero al voltear la mirada y ver que era Xiomara la que lo tomaba de la mano se sintió aliviado, se dio cuenta que, por lo menos, no estaba tan perdido como él pensaba, al menos había encontrado un rostro conocido.
El problema del momento no era ella, era él, tenía solo 18 años y esto que pasaba no estaba bien. Siguieron caminando hasta salir de la mirada de los demás y una vez solos, ella lo miró con gesto de duda y él también, como diciendo "¿qué pasa? ¿por qué lo hicimos?" se rieron juntos, no sabían lo que pasaba.
Se resignaron, se alegraron, y se preguntaron qué seguía. Era obvio lo que seguía pero tenían miedo, eran cobardes, eran indecisos, nada de eso estaba en sus mentes antes de, y por eso no lo hicieron, a pesar de su soledad.
Se miraron otra vez y se sentaron, hablaron con la mirada y se entendieron con el gusto, con el gusto de su compañía, con el gusto de su ilusión, con el gusto del futuro imposible que se avecinaba, con el gusto de casarse, con el gusto de soñar.


jueves, 19 de diciembre de 2013

Navidad.

La navidad, las luces, los villancicos en redes de luces multicolores que antes amaba ya no se sienten como antes. Ya crecí, ya no me llena de ilusión y tranquilidad, ya no siento ese aire especial al lado de mi ventana, aún así, es especial, en mi casa no hay árbol ni nacimiento, acá todos parecen ateos, todos están amargados - yo no, por supuesto, que a mí no me jodan - a pesar de que yo soy en único. Ya no importa la noche del 24 ni sus consecuencias. Ya no importa correr a comprar un pavo o un lechón para la noche buena, tampoco su respectivo aderezo ni horneado. Ya no importa buscar la caja blanca de el mismo árbol navideño de toda mi vida, es el mismo árbol, es el mismo que armaba junto con mi hermano y mi madre en ausencia de mi padre cuando mi hermano y yo éramos unos niños, cuando mi hermano y yo aún parecíamos parientes, cuando aún jugabamos en la sala o veíamos televisión. Ya no importan las bolitas navideñas de colores que se caían de las ramas artificiales del arbolito. Ya no importan los clásicos adornos de Coca-Cola, esos que venían en forma de Papa Noel o de oso polar disfrutando de una Coca-Cola en el polo norte - ¡qué incoherencia! un oso tomando una bebida helada como tal - . Ya no importa colgar la red de luces multicolores en la ventana, poniendo clavitos provisionales en la parte superior de toda la ventana. Ya no importa la corona verde de la puerta, y si importa, es un logro que nadie se la lleve. Ya no importa buscar la caja del nacimiento, ni desembolver y desempolvar las figuritas en yeso que yacían entre periódicos de hace un año y que ahora, una vez más, acompañarían a Jesús en su establo miniatura de madera. Ya no importa pegar los papeles verdes con manchas de pinturas de todo color con cinta adhesiva en un lugar especial de la casa para que simulen las estribaciones alrededor del humilde establo. Ya no importa comprar panetón para los días venideros, si nadie te regala un panetón, nadie se digna a comprar uno. Ya no importan las letras de Los Toribianitos, esas clásicas letras en esas voces chillonas que nos acompañaban a todos lados. Ya no importa la navidad, ya nadie aquí se acuerda de ella, yo sí, pero con nostalgia, la recuerdo porque en la navidad es en donde más recuerdo mi infancia, no sé por qué la recuerdo, fue malísima, pero quizás sea porque ahora todo es tan recto y aburrido, todo es tan formal, todo es tan acelerado y preocupado, todo es tan dinero y tiempo que ya nadie camina, sino todos vuelan.

Todos esperan la Navidad, todos la recuerdan pero aquí solo es una fecha de descanso, una pausa, todos hacen una pausa, todos se detienen para celebrar - casi por obligación - que llegaron a la navidad. La vida no se mide en años, la vida no se mide en días, la vida se mide en navidades, se mide en las navidades que verás, en las que estás por ver y en las que ya no llegarás a ver. La vida se mide en la veces que reíste de ilusión y luego las veces que viste tu risa en la cara de otro niño una vez que ya creciste y para ti la navidad ya no es tan mágica y especial como era antes. La vida se mide en las veces que recibiste calendarios y los guardaste enrrollados para el siguiente año. La vida se mide en las veces que llegó la navidad y recordaste las buenas épocas que viviste en las anteriores navidades. La vida se mide en las noches que resististe con determinación hasta las 12 o las que quedaste dormido y nadie te avisó; siendo un niño, y luego en las noches que llegaste sin dificultad a las 12 porque ya estabas bien adoctrinado en eso. La vida se mide en las veces que fuiste al mercado con tu padre o tío a comprar cohetes para las 12 a pesar de que tu madre lo prohibió. La vida se mide en las veces que tu abuela te regaló medias, o chompas hechas por ella misma. La vida se mide en las veces que te asustaste, luego admiraste y luego fuiste indiferente a las explosiones pirotécnicas según pasaban los años. La vida se mide en las veces que perdiste la cabeza con tus amistades en vez de estar al lado de la familia - la navidad no es para embriagarte con extraños, es para embriagarte de felicidad con tus familiares - . Y lo más importante, la vida se mide en todas esas navidades, todas esas personas que estuvieron y en todas esas noches, que pasaron, que se fueron, y que ya no volverán nunca más.


domingo, 8 de diciembre de 2013

Un pavo navideño.

Un escalón, otro escalón, uno más, listo. A los lejos veo dos tipos, uno normal y otro vestido todo de azul, qué huevón, vístete bien, como te vas a poner pantalón azul y polera azul, qué triste. Ellos vienen hacia mí, en los audífonos suena Back in Black, sí, esa de AC/DC, son muy buenos, en realidad solo me gustan un par de canciones de ellos, no he podido escuchar las demás por dejadez. Volteo a mirar hacia atrás y no hay nadie, ni un sucio mendigo está por ahí, solo los tipos que vienen de los cuales uno se ve ridículo y el otro normal y yo.
Estoy a unas cuadras de mi destino y hace calor, qué miserable sol, tenía que caminar y hacerlo me hacía sudar. Ya estaba cerca, yo los miraba fijamente, tengo esa costumbre, uno de ellos, no el de azul, se levanta un poco el polo y saca un arma - aquí es donde todo se va a la cagada - es un revólver, cuando lo vi ya sabía lo que pasaría, el del revólver me agarró del hombro y me puso contra unas rejas, me dijo: "no te muevas, conchatumare" y me puso el cañón del arma en el muslo; el otro, el de azul, me sacaba el teléfono de los bolsillos..
Mientras todo esto pasaba seguía sonando Back in Back, qué buena canción, cualquiera piensa que si intentan robarle algo y suena esa canción uno reaccionaría y le patearía el culo a todo el mundo pero no, no es tan fácil. Me mantuve en silencio, sabía que solo irían por el teléfono y ya. Ya tenía todas las de perder, no había nadie, ellos eran dos, uno tenía un arma y yo era un debilucho.
La única resistencia que existía era la de mis pantalones que se resistían a dejar deslizar el teléfono a la mala, hasta mis pantalones eran más valientes que yo. Finalmente, me sacaron el teléfono, dejó de sonar Back in Black, los dos tipos bajaron por las escalones que yo antes había pisado pero antes de eso el tipo del arma volteó y me dijo "camina conchatumare porque si no te quemo" mientras me apuntaba con el arma solapadamente. Yo quedé parado como un huevón, el tipo que antes para mí era un huevón por vestir todo de azul me había robado, así que yo era más huevón que ese huevón, cosa rara, complicada.
En ningún momento me molesté o sentí miedo, me robaron un teléfono, no voy a negar que era un teléfono caro, pero no importa si lo comparas con tu integridad física, a uno lo matan por robarle unas zapatillas, y la verdad es que yo no me quiero morir, ¡a la mierda el teléfono!, ¡a mí no me maten, carajo! No me golpearon,  jalonearon ni mucho menos, eso es una suerte, quizás fue porque me porté bien, porque me dejé robar, porque no dije nada, si no hubieran saludado un par de veces a mi madre creo que el robo habría sido bastante amable.
A esas alturas del momento, lo único que me importaba era que alguien haya visto lo sucedido, no para ayudarme, no para identificar a los ladrones, sino para que quede constancia de que uno de ellos tenía un arma, que quede constancia de que intentar defenderme me habría podido costar la vida. No quería quedar como un cobarde, un quedado, un pavo navideño, no, ellos tenían un arma y yo tengo solo una vida.