Hace años no visitaba este lugar, un recuerdo fugaz hace un par de noches me trajo de vuelta, he releído algunas antiguas entradas, pero ahora mis historias llenas de verdad y mentira, que en su momento fueron el presente, se han convertido en el pasado. Se siente extraño mirar atrás y ver a mi antigua versión, no me reconozco, ese Luciano se siente tan lejano y extraño.
Lo que empezó como un intento de cultivar un talento, se convirtió en un diario personal y público. Encontré historias que había olvidado, me atrapó una nostalgia peligrosa, del tipo que siempre evito sentir. Pues con los años aprendí que lo mejor es olvidar algunas cosas, enterrarlas muy al fondo del corazón y que se queden viviendo ahí, donde nadie las recuerdas. En retrospectiva y para ser honesto, creo que ese es mi mayor defecto y mi mayor debilidad: Suelo olvidar cosas que no me gustan, que me incomodan o que me entristecen, sin embargo, olvidar no es lo mismo que enfrentar y, por consiguiente, superar. A veces siento que tengo una bolsa my grande en el patio trasero que en algún momento habrá que botar. Pero, por otro lado, espero que mi patio trasero crezca tanto que esa bolsa sea insignificante.
Entonces llevo años aprendiendo a ver siempre lo bueno, alguna frase trillada de internet y atribuida falsamente a alguna personalidad decía: "si vas a abrir la boca que sea para algo bueno". Eso me llevó a ser un farito de luz. A siempre esparcir el bien, pero también esto me llevó a ser un complaciente en todo sentido. Siempre estoy a favor de estar a favor de lo que las demás personas quieren. De mí nunca saldrá un "creo que no deberías hacer eso, mejor lo otro". Por el contrario, pienso que todas las personas deberían hacer lo que las hace feliz, sin importar el qué dirán, esto, obviamente, sin dañar a nadie. Quienes somos nosotros para juzgar. Al fin y al cabo, nada bueno viene después de un "creo que..." no solicitado.
Lamentablemente, esto no aplica para mí, constantemente me cohíbo de hacer cosas que podrían darme disfrute, siempre hay un pequeño remordimiento en mí al, por ejemplo, hacer un gasto innecesario, disfrutar los momentos de pereza o no cumplir con alguna tarea que tengo. Mi momento de ocio se ha vuelto el tráfico de Javier Prado, atrapado entre tantas personas, todos con un mundo en la cabeza, uno se siente insignificante. Feliz y recientemente escuché que el ocio es revolucionario, esa idea es trascendental, pues al haber vivido rodeado desde pequeño de personas tan trabajadoras como mis padres, me hicieron creer por mucho tiempo que el ocio es malo y uno debería sentirse culpable por disfrutar el momento. Por ahora, de lo único que siento culpa es de desvelarme sabiendo que el Luciano de mañana en la mañana, odiará al Luciano de esta noche.
Por ahora mis días pasan apaciblemente, nada me pesa ahora, me he alejado mucho de casi todos, he perdido amigos ya sea por mi propia decisión o por mi propia inconstancia. Recientemente pienso que en realidad no le caigo bien a nadie, y de mis antiguas amistades, he sido el favorito de nadie. Es posible que esto se deba a mi forma de ser pues me desgasta formar lazos fuertes con cualquier persona, y me siento tonto y pretencioso de igual manera por esto. Pues he visto como las personas tienen una facilidad por hacer amistades increíble, y he visto como suelen ir acompañadas, entretenidas en cualquier charla ligera, viviendo el sueño. Eso es algo que antes tuve, en otros tiempos, y que ahora perdí. Ahora tengo, no cero, sino negativo de amigos.
Creo que no soy bueno haciendo amistades, sin embargo, y en los días que corren, hay quienes tienen todo mi interés y genuina admiración. Sospecho fuertemente que solo me agradan las personas que realmente admiro, aunque el sentimiento de admiración no sea correspondido y mi compañía no sea tan valorada por ellas. Entonces me siento tonto al buscar algo que no es correspondido, mientras me pregunto si soy o no realmente alguien interesante, o si realmente debo ser alguien interesante. Es posible que no serlo esté bien, y solo mida con la misma vara que mido a los demás, a mí mismo. Extraño tomar un café y conversar de todo y de nada, y de disfrutar simplemente el momento, y admirar la vista, y contemplar las nubes, la luna y las estrellas.