Recuerdo que era una noche de
verano, de esas que uno añora con ganas durante el invierno. Estaba con Nadia y
mis niños regresando de una reunión familiar. Llegamos a la casa y bajé del
auto como ya es costumbre a abrirle la puerta a Nadia, no puedo negarlo, era
todo un caballero a pesar del tiempo que habíamos estado juntos Nadia y yo.
Era una bonita noche y corrían
las dos de la madrugada; los niños estaban profundamente dormidos. No se les
puede pedir mucho a niños tan pequeños y mimados. No pasaban de las 12m y menos
sin una dosis de bienaventurado chocolate.
Me acerqué a abrir la puerta pero
algo andaba mal. La cerradura había sido forzada y adentro todo estaba muy
obscuro. Le dije a Nadia que llame a la policía. Entré a ver qué sucedía y no
logre ver a nadie. Revisé en mi habitación, mis pertenecías más valiosas, las
joyas de mi esposa y, extrañamente el álbum familiar. Las dos primeras no
estaban, se las habían llevado.
Nadia entró y llegó hasta mí. Me
dijo que revisaría el baño, le dije que por supuesto que no. Le dije que
debíamos salir todos porque podía ser peligroso pero fue muy tarde. Un tipo
vino desde la cocina, tomo a Nadia y le apuntó con el arma y mientras todo
pasaba aparecía otro tipo de la obscuridad y me apuntó a mí.
Todo salió mal aquella noche, y
todo fue mi culpa. Creí poder controlar la situación pero no fue así y recibí
un disparo en el abdomen al intentar arrebatarle el arma a uno de esos hombres.
Recuerdo estar tirado en el piso y mientras mi vista se nublaba veía cómo
aquellos hombres corrían con el botín empujando a Nadia. Me sentí impotente de
no poder correr tras ellos y darle lo que se merecían, me sentí impotente de no
poder darle tranquilidad a Nadia mientras ella trataba de reanimarme, de
despertarme, mientras llamaba a por teléfono a una ambulancia.
Pasaron varios minutos antes de
que lleguen las ambulancias pero yo ya no estaba, yo ya me había levantado del
suelo y miraba toda la lúgubre escena. Lo comprendí de inmediato, yo estaba a
un lado de la habitación y Nadia solo podía ver mi cuerpo que yacía inerte en
el frío suelo. Yo solo podía ver como la vida se apartaba de mi cuerpo y daba
paso a la muerte fría que solo influye sobre lo físico mas no sobre el alma.
Vi que ella lloraba y mis niños
aún seguían dormidos en el auto sin saber que yo había dejado de acompañarlos.
Vi que llegaron las ambulancias a mirar mi cuerpo frío y quieto sobre el suelo.
Vi que apartaron a Nadia del lugar donde se me escapó la vida de las manos
mientras ella miraba sin consuelo cómo los paramédicos trataban de devolverme a
mi cuerpo pero no funcionó, yo me quedé ahí, flotando en el aire.
La casa fue vendida y no sé a
dónde fue mi familia, los mitos eran ciertos, yo no podía alejarme de mi
antigua casa, no podía irme de ahí. A veces suelo ir al parque de al lado de mi
hogar y sentarme a ver a los hijos de mis vecinos jugar. A veces suelo regresar e ingresar a mi antigua habitación, justo donde fallecí, y echarme exactamente en
el mismo lugar donde mi cuerpo y yo nos separamos a pensar qué hice mal. A
pensar por qué cosas como estas suelen suceder. A pensar por qué esto me pasó a
mí.