Todo comenzó mientras miraba por la ventana de micro donde viajaba rumbo a mi casa al terminar la jornada de estudios. El día transcurría normal; todo estaba yendo según mis planes - ya que tengo la manía de planificar lo que estoy por hacer- la mayoría de veces las cosas pasan como las había planificado, pero hoy no, hoy era un día diferente.
Al inicio de la ruta, hay un instituto, y mi salida coincide con la de ellos. Pasaba la vista sobre los estudiantes de aquel lugar -y a veces uno desea tener el afamado "fierro golpeador de parejas felices", artículo producido por el vlogger Garmendia- nada fuera de lo normal; seguía mirando y el bus se detuvo y ahí, la vi. Ella tenía un rostro peculiar, un gesto acogedor, unos ojos ligeramente rasgados, labios finos, mejillas suaves, cabello negro y corto, de atuendo simple.
Pasó quizás medio segundo antes de notar que hablaba con un tipo y por primera vez en mi pragmática vida, envidié a una persona, lo envidiaba de una manera agradable, lo envidiaba como un caballero de honor que no cede a sus impulsos sentimentales, parecía una buena persona, de gesto amable y actitud apacible, nada para -en mi mente- creer que yo debería estar ahí.
Ella lo miraba a los ojos, parecía tratar de disuadirlo, ligera sonrisa, rostro hacia abajo pero miraba fija, cejas e iris junto, indescriptible pero usual. Atrajo mi atención, esa mezcla de belleza, sanía, tranquilidad que formaba una burbuja encerrándolos, me sentí afuera, me sentí en el páramo, fuera de protección, acosado por la realidad. Quería ser él, quería esa mirada complice y amielada para mí, quería al menos por unos segundos, en un sueño, ser de ella.
El bus avanzó, mi humanidad me obligó a dejar de mirar hacia atrás, regresé a la realidad, a mi realidad, en donde la misma gente aburrida y poco o nada interesante me rodeaba. Es difícil encontrar a alguien diferente, a alguien que me interese, a alguien que no sea vacía. Casi todas las personas, según yo, son muy parecidas y relativamente predecibles para mí. Todo trancurría igual otra vez, no la volveré a ve. Ella nunca sabrá que le dediqué minutos de mi existencia a quererla. Ella nunca sabrá de estas líneas ni del que las escribió. Nunca sabrá de mi existencia y tampoco de mi interés.
Jódete, Valentino. Siempre pasa eso... Ves al amor de tu vida, pero solo por unos instantes. Y eso te deja tremendamente mal, pues esa valentía de enfrentar a alguien desconocido solo sucede en la ficción.
ResponderBorrarNo es el amor de mi vida.
BorrarLo editaste. ¿Cierto?
ResponderBorrarMe parece que edité la parte final, no recuerdo bien. ¿Qué parte crees que no debí quitarle? PDT: ¿Tú tienes los ojos así no?
BorrarLeyendo comentario luego de años. Creo que antes poseía un poco más de intensidad. Sí, o bueno eso dicen. ¿Sabes? Este escrito es uno de mis preferidos.
BorrarLástima que ya no hago otros como este. No me salen naturalmente.
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