sábado, 8 de diciembre de 2018

Recuerdos



Mis primeros meses felices dentro de una burbuja, un reciente logro importante. La decepción, el alejamiento, la ausencia y una inocencia inútil sostenida en alto. Un año vacío acompañado de Kanaku y el Tigre, 2014. Un buen tiempo sin sobresaltos, sin anhelos, sin expectativas ni decepciones, había paz. Alguien llamaba mi atención mas yo no estaba para eso. Pronto, un encuentro casual pero en el fondo planeado, cambié de parecer. Luego, entre risas y palabras nerviosas, fugaces y sin mucho sentido, pupilas oscuras y profundas. Era el fin de meses vacíos. Era el fin del letargo. Algo me decía que lo valía todo, que había que dar lo mejor y así lo hice. El verano que golpeaba con fuerza. The Lumineers siempre en mi cabeza y mis oídos. Ese ventoso lugar era testigo de prometedores tiempos. La incertidumbre, el no saber, la ansiedad. El deterioro, residuos, cenizas. Me cortaron la cabeza, no lo esperaba pero lo sospechaba. Regresaba a mi habitación. El ceño siempre fruncido, The Killers sonaba por todos lados y a todas horas, alguien jugaba en el lugar donde crecí. No lo sabía. Mentiras, ausencia, indiferencia, inseguridad. Yo no era suficiente, nunca lo fui. Perdí la noción del tiempo. Ese no era un buen lugar, no me sentía bien mientras recorría los pasillos del lugar, pasaba raudo y de perfil bajo, entraba a clases y regresaba a casa. Una fiesta, cero expectativas, Barranco, fotografías, semanas agradables bajo un sol tenue y renovados tiempos. Nada pasó y estuvo bien. 

Sin darme cuenta y con aires renovados, volví al lugar donde fui tremendamente feliz, había pasado el tiempo, tenía esperanza, había cambiado, crecido, había terminado de salir de mi zona de confort. Fue un error. Era más de lo mismo. Más de nada. El tiempo siguió en incertidumbre. No sabía parar, no sabía cómo. Conseguí trabajo, los días corrían ahora apacibles. Visitaba una conocida panadería en la mañana, compraba algunos dulces presuntamente de origen francés, no se sabe a ciencia cierta a decir verdad y luego iba camino al trabajo, mi turno empezaba a las 3 de la tarde pero visitaba fugazmente el lugar a las 10 de la mañana a dejar presentes. Algo pasó, renuncié, empecé a detestar ese lugar, No me sentía bien cerca, me alejé. Visité un joyería en Miraflores, eran alrededor de las 9 de la noche, terminé en otro lugar de Lima, alcoholizado y oyendo Fleetwood Mac. Alguien especial volvía y los días corrían mejores que desde hace muchos meses. 

Mamá caía enferma y los tiempos volvían a ser difíciles. Empezaba a darme cuenta que uno puede prescindir de las personas cuando mamá está mal. Largos meses visitando el hospital. A veces salía molesto, los doctores no tenían respuestas. Muchas otras veces salía llorando, tratando de que mamá no se diera cuenta. Me despedía de ella con el corazón roto. Evitando también que nadie más se diera cuenta, mirando al piso si era necesario y aguantando hidalgamente. Dejar a mamá ahí era desgarrador. Soñé un día que mamá estaba en casa, que caminaba libremente, fui feliz, desperté, me resigné, lo venía haciendo desde hacía mucho tiempo. Fueron 7 meses sin ella en casa, eso no era vida. Meses aparentemente positivos pasaron. Recogimos unas placas de mamá. Ella tenía que ser internada otra vez. Una pelea en el auto, muchos gritos en medio del tráfico. Tenía ganas de salir corriendo y que algún conductor desafortunado me atropelle. Estaba roto pero resistí, era la segunda vez en mi vida que mi hermano, siempre tan severo conmigo, siempre tan duro, trataba de consolarme. La primera fue cuando teníamos él 10 y yo 8. Cuando éramos niños eran tiempos realmente duros, las más duras épocas de la vida que prefiero no recordar. No sabía cómo consolar a mamá, la vida parece tan absurda cuando eres incapaz de hacer algo por alguien. Meses pasaron, aún ronda ese fantasma. Aún me asusta. 

Espera por algo mejor, siempre. Es lo que hay, es lo que siempre queda al final. No había aprendido nada y regresé. Al parecer la esperanza es lo último que soy capaz de perder. Nadie creía que hacía lo correcto, solo yo. Una llamada en la noche, un encuentro, una conversación, estaba quebrado pero lo intenté. Estaba equivocado otra vez. Un viaje. Un me nació que acabó conmigo. Meses pasaron, entre idas y vueltas finalmente volví a mí. Otra fiesta, pecas que aún recuerdo, y un corazón que valía oro. Cervezas en un parque que era para mí ya un lugar conocido. Corría días apacibles, noches agradablemente cálidas. Cosas pasaron, me fui, no era mi lugar, yo no estaba a la altura. 

La muerte de mi perro me golpeó como no imaginé, hoy vi una foto de él y lloré, era enormemente bello y noble y yo lo amaba. Era mi hijo y lo extraño demasiado, extraño hablarle y tenerlo cerca. Espero que ellos sí vayan al cielo, porque si este existe, él se lo merece. 

Los meses corrían sin sobresaltos, me alejé de muchas personas y conocí varias otras. Nada importante pasó en estos meses. Hoy solo ansío el mar. Con el tiempo te das cuenta de que casi nada realmente importa, más allá de papá y mamá. Uno debe seguir solo con lo necesario y eso bueno y está bien. Entonces ahora pretendo pararme de este asiento, decirle a mamá que la quiero mucho y darte las gracias a ti por leer.