Mis
primeros meses felices dentro de una burbuja, un reciente logro importante. La
decepción, el alejamiento, la ausencia y una inocencia inútil sostenida en
alto. Un año vacío acompañado de Kanaku y el Tigre, 2014. Un buen tiempo sin
sobresaltos, sin anhelos, sin expectativas ni decepciones, había paz. Alguien llamaba
mi atención mas yo no estaba para eso. Pronto, un encuentro casual pero en el
fondo planeado, cambié de parecer. Luego, entre risas y palabras nerviosas,
fugaces y sin mucho sentido, pupilas oscuras y profundas. Era el fin de meses vacíos.
Era el fin del letargo. Algo me decía que lo valía todo, que había que dar lo
mejor y así lo hice. El verano que golpeaba con fuerza. The Lumineers siempre
en mi cabeza y mis oídos. Ese ventoso lugar era testigo de prometedores
tiempos. La incertidumbre, el no saber, la ansiedad. El deterioro, residuos,
cenizas. Me cortaron la cabeza, no lo esperaba pero lo sospechaba. Regresaba a
mi habitación. El ceño siempre fruncido, The Killers sonaba por todos lados y a
todas horas, alguien jugaba en el lugar donde crecí. No lo sabía. Mentiras, ausencia,
indiferencia, inseguridad. Yo no era suficiente, nunca lo fui. Perdí la noción
del tiempo. Ese no era un buen lugar, no me sentía bien mientras recorría los
pasillos del lugar, pasaba raudo y de perfil bajo, entraba a clases y regresaba
a casa. Una fiesta, cero expectativas, Barranco, fotografías, semanas
agradables bajo un sol tenue y renovados tiempos. Nada pasó y estuvo bien.
Sin
darme cuenta y con aires renovados, volví al lugar donde fui tremendamente
feliz, había pasado el tiempo, tenía esperanza, había cambiado, crecido, había
terminado de salir de mi zona de confort. Fue un error. Era más de lo mismo.
Más de nada. El tiempo siguió en incertidumbre. No sabía parar, no sabía cómo.
Conseguí trabajo, los días corrían ahora apacibles. Visitaba una conocida panadería
en la mañana, compraba algunos dulces presuntamente de origen francés, no se
sabe a ciencia cierta a decir verdad y luego iba camino al trabajo, mi turno
empezaba a las 3 de la tarde pero visitaba fugazmente el lugar a las 10 de la
mañana a dejar presentes. Algo pasó, renuncié, empecé a detestar ese lugar, No
me sentía bien cerca, me alejé. Visité un joyería en Miraflores, eran alrededor
de las 9 de la noche, terminé en otro lugar de Lima, alcoholizado y oyendo
Fleetwood Mac. Alguien especial volvía y los días corrían mejores que desde
hace muchos meses.
Mamá caía enferma y los tiempos volvían a ser difíciles. Empezaba
a darme cuenta que uno puede prescindir de las personas cuando mamá está mal. Largos
meses visitando el hospital. A veces salía molesto, los doctores no tenían
respuestas. Muchas otras veces salía llorando, tratando de que mamá no se diera
cuenta. Me despedía de ella con el corazón roto. Evitando también que nadie más
se diera cuenta, mirando al piso si era necesario y aguantando hidalgamente. Dejar
a mamá ahí era desgarrador. Soñé un día que mamá estaba en casa, que caminaba
libremente, fui feliz, desperté, me resigné, lo venía haciendo desde hacía
mucho tiempo. Fueron 7 meses sin ella en casa, eso no era vida. Meses
aparentemente positivos pasaron. Recogimos unas placas de mamá. Ella tenía que
ser internada otra vez. Una pelea en el auto, muchos gritos en medio del tráfico.
Tenía ganas de salir corriendo y que algún conductor desafortunado me atropelle.
Estaba roto pero resistí, era la segunda vez en mi vida que mi hermano, siempre
tan severo conmigo, siempre tan duro, trataba de consolarme. La primera fue
cuando teníamos él 10 y yo 8. Cuando éramos niños eran tiempos realmente duros,
las más duras épocas de la vida que prefiero no recordar. No sabía cómo
consolar a mamá, la vida parece tan absurda cuando eres incapaz de hacer algo
por alguien. Meses pasaron, aún ronda ese fantasma. Aún me asusta.
Espera por
algo mejor, siempre. Es lo que hay, es lo que siempre queda al final. No había
aprendido nada y regresé. Al parecer la esperanza es lo último que soy capaz de
perder. Nadie creía que hacía lo correcto, solo yo. Una llamada en la noche, un
encuentro, una conversación, estaba quebrado pero lo intenté. Estaba equivocado
otra vez. Un viaje. Un me nació que acabó conmigo. Meses pasaron, entre idas y
vueltas finalmente volví a mí. Otra fiesta, pecas que aún recuerdo, y un corazón
que valía oro. Cervezas en un parque que era para mí ya un lugar conocido.
Corría días apacibles, noches agradablemente cálidas. Cosas pasaron, me fui, no
era mi lugar, yo no estaba a la altura.
La muerte de mi perro me golpeó como no
imaginé, hoy vi una foto de él y lloré, era enormemente bello y noble y yo lo
amaba. Era mi hijo y lo extraño demasiado, extraño hablarle y tenerlo cerca. Espero
que ellos sí vayan al cielo, porque si este existe, él se lo merece.
Los meses
corrían sin sobresaltos, me alejé de muchas personas y conocí varias otras. Nada
importante pasó en estos meses. Hoy solo ansío el mar. Con el tiempo te das
cuenta de que casi nada realmente importa, más allá de papá y mamá. Uno debe
seguir solo con lo necesario y eso bueno y está bien. Entonces ahora pretendo
pararme de este asiento, decirle a mamá que la quiero mucho y darte las gracias a ti por leer.